Lic. Celso
Lara
Historiador, antropólogo, poeta y músico guatemalteco.
Una
de las tradiciones de la religiosidad popular más arraigadas en la
conciencia colectiva del guatemalteco del campo y de las ciudades, es
la que tiene como epicentro a la Virgen de Concepción. Origina no
solo nombres de pueblos y aldeas, sino es punto de partida de fiestas
y ceremonias que transcurren por todo el mes de Diciembre y culminan
el día seis de Enero con el Rezado del Guarda Viejo. Ha dado
lugar a verdaderas obras de arte, que forman parte de la identidad
cultural del guatemalteco.
La
Festividad y el Convento Grande Franciscanos de Guatemala
La
gran puerta que abre las fiestas del ciclo de Navidad es la
celebración de Concepción, festividad comunal. No en balde la
Iglesia, sabiamente, dispuso que durante los primeros días del
Adviento celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción de la
Santísima Virgen María, fijándola el 8 de diciembre,
nueve meses antes de la celebración de la Natividad de la Virgen
María (8 de septiembre). Es la fiesta de la aurora que anuncia,
sobre el negro de la noche, la llegada triunfante del sol. María
es la avanzada del sol de justicia, el divino redentor, que alumbra
el espléndido día de la gracia. Y así como el astro del
día es responsable de la luz que despunta al terminar la noche,
así, Jesucristo, cuyo nacimiento celebramos pocos días
después, es la causa del esplendor de Nuestra Señora. Es, en fin,
el cumplimiento de la promesa que Dios hizo a Adán cuando lo expulsó
del Paraíso: enviar a un redentor y poner enemistad radical
entre el “Tentador” y la mujer (gen. III, 15). La sabiduría
popular ha sabido expresarlo en las “Canciones” de la Novena de
Concepción.
Pero
el pueblo vibra emocionado al celebrar esta fiesta. Desde la víspera al toque de la oración- se encienden las calles con hogueras,
iluminando la noche con saltos y alegría. Y en seguida las
novenas y los rezados esas alegrarías procesiones de la
Virgen en diciembre. Todo trasciende la exaltación que embarga el
alma: los altares, los adornos, la pólvora, los sones, las
canciones, el ponche, los buñuelos, el batido, entre otros.
Una
vez, que contaba un amigo cómo conoció una familia muy devota de la
Virgen de Concepción, que para más señas vendía jarcia en el
mercado central, y que tenía como el más preciado tesoro de
sus pertenencias, una muy hermosa imagen de María en el
misterio de su devoción. A ella celebraban con toda gala cada vez
que llegaba Diciembre. En uno de esos tantos años de crisis
económica la familia estaba “en las cuatro esquinas” y la fiesta
se acercaba. La más grande tristeza consistía en no poder
celebrar, como siempre, a la Señora. ¡Ya era 7 de diciembre y no
tenía un centavo!
Todos
clamaban al cielo. Acercándose al atardecer, apareció un viaje
conocido, al que hacía años no veían, y que llegaba con
el propósito de cancelarles una deuda. La emoción y la alegría
no tuvieron límite. No bien con el dinero en la mano, salió la
madre, hecha una loca, hacia la cohetería a comprarle sus
cohetes a la Virgen. Cuando volvía empezó la “tronazón”
de las seis de la tarde. Â ¡Pero, ya no le importaba! Ya tenía
sus varas en la mano, listas para empezar a quemar. He ahí los
testigos inigualables de este amor del pueblo de Guatemala: los
cientos de imágenes domésticas a cuales más hermosas y ricas- que
por siglos hicieran y hacen los imagineros elaborando los misterios.
A
pesar de la fiebre de los coleccionistas, que sin misericordia ni
respeto han exportado miles de ellas, todavía quedan infinidad
de extraordinarios exponentes. Ese es el reflejo inequívoco de
la emotividad que embarga a la quintaesencia del pueblo ante el
misterio de la Concepción Inmaculada. Por otra parte, indudablemente
las órdenes religiosas que se dedicaron a la cura de almas después
del proceso de la conquista, tienen una gran significación en la
cultura del país.
La
labor que tuvo como centro y cabeza el Convento grande de San
Francisco de la Ciudad de Guatemala fue decisiva en el culto. El fue
el cerebro que gobernó a la extinguida Provincia del Santísimo
Nombre de Jesús de Guatemala, que se extendía desde Chiapas
hasta Nicaragua. De la vida febril de ese convento emanaron las
celebraciones arriba apuntadas.
De
esa vitalidad nació el Convento de la Limpia Concepción de
Almolonga, primogénito de la religión franciscana en la provincia
(1540), primer crisol de donde dimanó la devoción a la Inmaculada.
De esa vitalidad nació, también, la antigua e insigne Cofradía
de la Inmaculada Concepción, extinguida en la década de 1930, que
desde el Convento grande promovió eficazmente la afición ardiente
por el misterio de la Concepción.
Por
esa vitalidad se extendió por la apasionada devoción a la
purísima, que se palpa, aún en la costa sur por ejemplo. He
aquí que el Convento de San Francisco, las venerables efigies
de la Señora en su Concepción sin mancha, que en el templo se
exponen a la piedad de los fieles, y la acción de los seglares en
dos cofradías dedicadas a la Concepción (la ya dicha y la del
Cornadillo, de la Venerable Orden Terciaria), con sede en dicha
iglesia, están íntimamente ligadas a la devoción concreta de
María Inmaculada que hoy contemplamos extendida por toda
Guatemala.
Según
la doctrina católica, cuando somos concebidos en el seno de nuestra
madre, tiene ya nuestra alma la mancha del pecado. Es que lo que se
llama “pecado original”. Herencia de nuestros padres Adán y Eva.
Es el pecado que ellos cometieron, como género humano, y que causó
la expulsión del paraíso y el cierre de las puertas del cielo.
El hombre no podía llegar a la gloria. Dios en un gesto de
amor, redimió al hombre, haciéndose hombre y padeciendo por él. El
Señor necesitaba de una víctima propiciatoria para
reconciliarse con el hombre. Y esta víctima fue el mismo Dios,
la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
La
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen es una afirmación
católica que rubrica la impecabilidad y perfección de la madre de
Dios. Ella fue concebida en el seno de su madre Santa Ana- sin
pecado original. Es decir, sin el pecado que por generación
contraemos todos los humanos y que se borra con el bautismo.
La
Inmaculada Concepción de San Francisco de la Nueva Guatemala
Habiendo
sido electo pro ministro de la seráfica orden en la Provincia de
Guatemala el padre Fray Antonio Tineo, viajó a España en enero de
1598, con el objeto de solicitar al rey un incremento de religiosos
franciscanos. Además de los cuidados de la Provincia que le llevaban
a España, se encargó, también de ir disponiendo de algunas cosas
que había de traer a Guatemala: “(…) la inmaculada imagen
de Nuestra Señora de la Limpia Concepción que se venera en la
capilla titular de este misterio, en nuestra iglesia de Guatemala
(…)” dos órganos, uno para San Francisco y otro para Almolonga;
dos imágenes de San Francisco, una para el retablo mayor y otra para
las procesiones; un San Juan Bautista para titular de Comalapa y otro
para Alotenango; y una imagen de Santiago para titular de Atitlán.
Virgen de Concepción del Guarda Viejo Foto de la hemeroteca de prensa libre. |
Podemos
situar, pues la factura de la imagen de la Inmaculada Concepción de
San Francisco entre 1598 y 1599. Podemos afirmar, asimismo, que la
imagen fue burilada por alguno de los más famosos escultores
sevillanos de la época, pues a una de las más florecientes
provincias franciscanas del Nuevo Mundo no se traería cualquier
cosa, y menos, si la imagen estaba destinada originalmente al
primogénito convento de Almolonga.
Después
de múltiples vicisitudes, el P. Tineo vino con la sagrada imagen en
los últimos meses del año 1600, quedando según se dijo, en su
capilla titular, desde donde ha sido testigo del acontecer de
Guatemala, y delante de quien el pueblo postrado ha sabido impetrar
el favor divino. Pronto empezó a salir en procesión, lo que acarreó
necesarias consecuencias. En primer lugar, daños graduales a la
escultura, que exigían reparaciones más o menos drásticas.
Luego fue necesario vestirla para acoplarla a los nuevos gustos
artísticos. Finalmente, la talla original se perdió en los
múltiples accidentes ocasionados por el entusiasmo popular, lo que
hizo se convirtiera en una imagen de bastidor. El último accidente
acaecido a la venerada imagen ocurrió el 8 de diciembre de 1931,
cuando al pasar el rezado frente al Parque Concordia un “canchinflín
del castillo” que le quemaban en la Panadería “Las
Victorias” fue a dar en el anda, ardiendo de inmediato al adorno.
La imagen quedó dañada y no se reparó sino hasta días antes
de la solemne coronación pontificia, la retocó el maestro Huberto
Solís.
A
pesar de las transformaciones sufridas, guarda aún parecido con su
hermana la Virgen de Concepción, patrona de Ciudad Vieja. Los rasgos
fisonómicos, la posición misma del cuello y las manos, y en fin, la
actitud general que expresa la escultura, hace pensar en un mismo
escultor, aunque la de Ciudad Vieja conserve gran parte del cuerpo
tallado y la de San Francisco haya crecido hasta una proporción de
nueve cabezas. Esta extraordinaria imagen ha sabido arrastrar
multitudes durante siglos. Su rezado del 8 de Diciembre, constituye
uno de los más fieles símbolos de la fe y el entusiasmo el
pueblo de Guatemala. Ella ha aglutinado, centralizado y desarrollado
durante siglos la devoción y el entusiasmo por la Inmaculada
Concepción de la ciudad de Guatemala. Y en tanto la ciudad ha sido
metrópoli, de sus celebraciones de Concepción han tomado ejemplo y
modelo las demás poblaciones del país y del reino. Sanción
providencial de tal situación constituye la coronación pontificia
de tan querida imagen de María Santísima, Nuestra Señora,
el 5 de diciembre de 1954 al celebrarse el Año Mariano en
conmemoración del primer centenario del dogma de la Inmaculada
Concepción.
Otras
imágenes extraordinarias son la Chapetona de la Santa Iglesia
Catedral Metropolitana y la Virgen del Guarda Viejo, otrora imagen de
la capilla Terciaria Franciscana. Es por ello que Concepción es y
seguirá siendo “la fiesta de Guatemala”.